Una reflexión sobre la ética aplicada y la prudencia
El enfoque más apropiado para abordar cuestiones de ética aplicada es la deliberación, siendo la virtud esencial la prudencia aristotélica, conocida como phrónēsis. Esta virtud implica la aplicación razonada de principios a la acción práctica. Aristóteles señala que deliberar correctamente es un signo de prudencia, pues el hombre prudente es aquel que ha cultivado la capacidad de razonar con acierto. A diferencia del conocimiento científico, basado en pruebas empíricas, la prudencia se ocupa de aquello que admite múltiples posibilidades y no puede demostrarse de manera concluyente. Por ello, Aristóteles la define como «una disposición racional, verdadera y práctica, orientada a discernir lo que es bueno o malo para el ser humano». Las cuestiones éticas, por su naturaleza opinable y compleja, requieren de la deliberación y la prudencia como el marco y la actitud más adecuados para abordarlas.
Una traducción contemporánea de la phrónēsis podría ser la idea de responsabilidad, ya sea en el ámbito profesional o ciudadano: el conjunto de compromisos que las personas asumen en relación con la comunidad en la que conviven, trabajan e interactúan. Ser responsable implica rendir cuentas sobre el uso de la libertad, reconociendo que esta no existe sin normas. Estas normas, tanto individuales como colectivas, deben ser asumidas de manera autónoma, entendiendo la autonomía no como una libertad sin límites, sino como un compromiso consciente con reglas libremente aceptadas.
Para interpretar y aplicar la legislación, así como para enfrentar sus lagunas o ambigüedades, la actitud prudente, responsable y abierta al diálogo resulta la más adecuada —y, en efecto, la más sabia— en el contexto de sociedades democráticas. Esta actitud se basa en la práctica de la autorregulación. De hecho, este es el núcleo de la ética discursiva: fomentar un diálogo en el que todas las partes afectadas puedan participar y ser consideradas. Este principio refleja la esencia de la democracia. Tras siglos de reflexión sobre la razón práctica, hoy entendemos que esta no se limita a establecer leyes morales universales, sino que se construye y redefine de manera colectiva, en un proceso continuo de descubrimiento compartido.
