Se plantea desde algunas corrientes de pensamiento que la filosofía, es como un gran cementerio lleno de tumbas pisoteadas y flores secas, donde los filósofos han intentado una y otra vez darle entierro al cadáver del SER, dispuestos en la vana tarea de reeditar su muerte, lo que ya nació sin vida, el SER. Los filósofos no pueden evitar caer en la trampa y confundirlo todo, ocupados en el trabajo logicistas y de proposiciones advenedizas cual saltimbanquis de circo haciendo piruetas por el aire, se desplazan de tumba en tumba repitiendo el ritual y sus exequias sepultando en un nuevo cajón vacío lo que ya no está, esperando que cada vez sea la última. Responder a la pregunta por la muerte, puede ser una tarea agotadora y «sin final», es ella justamente quien al no dejarse atrapar, mantiene «vivo» el interés y el goce de verdugos y funebreros. La vida sigue sorprendiendo a los filósofos, que se resisten en comprender que a veces lo que nace ya está muerto.

Reflexión

Los filósofos intentan una y otra vez enterrar el concepto del SER (posiblemente refiriéndose a la existencia o la esencia misma de las cosas). Se puede caer en una trampa y se confunden las cosas, llegando a estar excesivamente ocupados en cuestiones lógicas y proposiciones que carecen de sustancia siendo un acto repetitivo de enterrar algo que ya está muerto y esperando que cada vez sea la última vez que se reflexiona sobre ello.

En definitiva se tiende a menudo a pperder en abstracciones y no se logra captar la esencia de los temas que exploran. Demasiada reflexión sobre cuestiones que se saben que son inagotables porque carecen a priori de una respuesta definitiva.

En fin, cosas de los filósofos.

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