Prácticamente cualquier encuentro negativo o descortés puede ser acoso, y a menudo se lo describe de ese modo. El término abarca humillaciones sarcásticas, vandalismo, gestos groseros, no querer compartir información, incluso «sonreír de manera inapropiada». El contacto visual no deseado, los actos que menosprecian a un individuo y hacer ostentación de estatus también pueden describirse como formas de acoso, al igual que negar la comunicación. Tampoco importa si una persona tuvo la intención de acosar a un colega: las definiciones de acoso ampliamente aceptadas insisten en que estos actos vienen determinados por los sentimientos de la víctima y no por la intención de la persona acusada de cometer el delito.

La Asociación Médica Australiana ha definido el acoso en los siguientes términos: «A veces, el acoso es deliberado y tiene la intención de molestar a una persona. Pero a veces también es acoso el que alguien actúe repetidamente de manera que la persona se sienta molesta o asustada, incluso si no es deliberado». Según esta definición, lo que define a un acosador no es la intención del presunto acosador, sino la percepción de la presunta víctima.

El argumento de que uno no tenía la intención de causar angustia no constituye una defensa contra la acusación: el dolor causado por el acosador involuntario no se considera menos dañino que el daño infligido a una víctima por un acto intencionado.

Este cambio en el significado del acoso vino impulsado por el cambio en las actitudes sociales hacia lo que significa ser una persona. La premisa de que los adultos frágiles —y el planteamiento era que los adultos, por definición, eran frágiles— necesitaban ser protegidos de los comentarios, gestos y comportamientos dañinos de sus colegas había adquirido el estatus de sentido común.

El planteamiento de un mundo en el que las personas constantemente tienen miedo a ser acosadas parte de redefinir la intensidad y el alcance de todas las experiencias negativas a las que nos enfrentamos y el impacto de estas experiencias sobre nosotros. Esta nueva epidemia se construye mediante la invención del acoso como un continuo que todo lo abarca, desde un comentario desagradable en internet hasta un acto de violencia física. Ser acosado es el destino del sujeto temeroso socializado en la cultura del miedo.

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